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A 30 años del adiós de Serú Girán Imprimir
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Martes, 06 de Marzo de 2012 14:08
El 6 de marzo de 1982 cerró un ciclo Seru Giran, una de las bandas mas convocantes de la historia del rock nacional. El final fue abrupto e imprevisto ya que la tercera experiencia grupal de Charly García estaba en su pico de popularidad, con un cuarto disco recién editado y un reconocimiento que ya trasponía los limites de la silenciada Argentina de la dictadura.
 
Sin embargo hacia el final de 1981 a Pedro Aznar le llego una oportunidad única: la posibilidad de ir a perfeccionarse a Berkeley e integrarse a la banda del gran guitarrista Pat Metheny.
 
Era una posibilidad única y la respuesta del joven bajista no se hizo esperar. Para Serú Girán fue el final: Charly García y David Lebón decidieron no seguir sin la formación original para de esa forma terminar con una historia de cuatro años que está directamente relacionada con la época más nefasta de la nación.
 
La historia de Serú comenzó oficialmente el 11 de noviembre de 1977. Ese día Charly García organizaba en el Luna Park una especie de reunión de amigos con León Gieco, Gustavo Santaolalla, María Rosa Yorio y David Lebón entre otros.
 
El encuentro marcaba tácitamente el final de La Maquina de Hacer Pájaros, la banda que Charly formó luego de la separación de Sui Generis y que, en dos años de existencia, dejó como legado dos discos de una elaboración y lírica que, con el tiempo se han convertido en los tesoros ocultos de la discografía de García, por su poca difusión y su inmenso valor.
 
García ya mostraba su intención de encarar un nuevo proyecto junto a David Lebón, a esa altura uno de los músicos con mas trayectoria del rock nacional por sus participaciones en Pappo`s Blues, Color Humano, La Pesada, Pescado Rabioso, Polifemo y un memorable primer disco solista de 1973.
 
Esa noche García y Lebón tocaron juntos en una super banda improvisada para, luego de muchas conversaciones, mudarse al paraíso de Búzios para encarar un nuevo proyecto musical.
 
A principios de 1978 ya se encontraban componiendo y buscando los nombres de quienes se sumarían al proyecto.
 
De regreso en Bs. As. decidieron tentar al baterista Oscar Moro, otro músico de larga trayectoria por su paso por Los Gatos, Sui Generis, Color Humano e invitado permanente de quien lo convocara.
 
Para el bajo la elección recayó imprevistamente en un joven músico de 18 años que ya había sorprendido por su habilidad con el instrumento en Madre Atómica y el trío Alas.
 
Con Pedro Aznar ya había tomado forma definitiva Serú Girán, el tercer proyecto grupal de Charly García.
 
El regreso a Brasil fue con la banda ya constituida para comenzar a ensayar el nuevo material. A manera de ensayo grupal grabaron junto al mítico fundador de la pesada del rock and roll, Billy Bond, un disco llamado Billy Bond y los Jets en el cual el nuevo Serú Giran hacía de banda soporte.
 
Con el nuevo material compuesto y con las primeras tomas de lo que seria su disco debut, la banda regresó al país para hacer una especie de adelanto informal en vivo en el Festival de la Genética Humana el 28 de julio de 1978 en el Luna Park.
 
El recital fue accidentado desde el comienzo por el pésimo sonido y la presentación de la banda se limitó a tres temas que nadie pudo disfrutar.
 
Por entonces el país celebraba el engañoso triunfo deportivo del Mundial 78 con el que se ocultaba el terror que reinaba en las calles.
 
En este contexto aparece el disco debut de Serú que abundaba en simbolismos o construcciones encriptadas (desde el nombre de la banda) como una forma de eludir la censura imperante.
 
Sobresalían dos temas: Seminare y Eiti Leda, este ultimo de la época de Sui Generis que aún permanecía inédito.
 
El resto era un desafío por el giro total que representaba en la música de Charly García si se lo comparaba tanto con Sui Generis o con la más reciente Máquina de Hacer Pájaros.
 
Así las cosas llego la hora de la presentación en sociedad de la banda. Por entonces se acababa de habilitar para los grandes recitales el estadio de Obras Sanitarias ubicado en el barrio de Belgrano, ahí nomás de la Esma donde la dictadura ejercía con impunidad sus prácticas asesinas.
 
El 3 de noviembre Serú Girán inauguró Obras con la presentación formal de su primer disco que llevaba simplemente el nombre de la banda. Para la ocasión convocó a una orquesta de cuerdas que hizo más complejos aún los ya de por si raros arreglos de la mayoría de los temas del disco debut.
 
La respuesta del público viró entre la frialdad y el desencanto: no era fácil la propuesta de Serú especialmente si se tomaba como marco de referencia lo que Charly había hecho hasta el año anterior.
 
Esto obligó a un replanteo para encarar el futuro: la serie de conciertos con que el grupo cerró el año en el teatro Premier prescindían de los arreglos orquestales y retomaban un sonido más crudo abandonando esa fusión de jazz rock y algunos climas de música brasileña que sobrevolaban en el disco debut.
 
Pero el verdadero cambio llegó al año siguiente.
 
1979 arrancaba con el enfriamiento del conflicto con Chile que nos puso al borde de la guerra por el delirio de dos dictaduras que ya no se conformaban con los crímenes cometidos dentro de sus fronteras. Serú Girán comenzó el año con una serie de presentaciones en la costa para arrancar con el material que formaría parte de su segundo trabajo.
 
Por ese entonces la banda había cambiado de manager: Daniel Grinbank pasaba a manejar comercialmente a Serú.
 
El nuevo material fue tomando forma y en el mes de junio en una serie de conciertos en el pequeño Auditorio Buenos Aires se lo presentó oficialmente: “La grasa de las capitales” marcaba un gran cambio respecto al álbum debut. La poesía de García retomaba su costado mas sensible evidenciado en el último disco de La Máquina dos años antes con letras que abordaban con un alto vuelo lírico la soledad (Noche de perros y Los Sobrevivientes), el desamor (Perro andaluz), la sociedad de plástico que mostraban la prensa oficial y hasta el suicidio como recurso final (Viernes 3AM).
 
La edición del disco mostraba una descarnada sátira a la revista Gente, órgano de prensa oficial de la dictadura y ya anticipaba que la banda dejaba lo simbólico de su debut para volver al enfoque directo de la realidad.
 
De hecho dos temas del disco fueron incluidos en las nefastas listas negras del Comfer de entonces.
 
La presentación oficial del disco en el estadio Obras devolvió al público de Charly García los elementos visuales y poéticos que habían quedado difusos un año atrás.
 
Serú Girán cerraba la década con una popularidad creciente y mucho nuevo material para lo que sería su tercer trabajo.
 
1980 comenzó con mucha actividad para la banda, como un presagio de que ese sería su año de despegue definitivo. Luego de actuar en el festival de La Falda (primera expresión de encuentros masivos dentro de lo que eran las prohibiciones de la dictadura) el grupo comenzó a preparar el material de su tercer disco que sería adelantado los días 2 y 3 de junio en el estadio Obras.
 
Aquí Charly inauguró una etapa de estética renovadora en sus presentaciones en vivo por el aporte de la artista plástica Renata Schusseim. Una escenografía cargada de bicicletas anticipaba el titulo del tercer disco de la banda que tenía destino de clásico histórico del rock nacional.
 
“Bicicleta”, editado en el mes de noviembre, representa la consolidación de la banda en lo musical y en su carácter masivo.
 
Previo a esto habían compartido un encuentro histórico con Spinetta Jade en el estadio Obras, y al momento de la salida comercial del disco ya sus temas eran conocidos por esa masa que seguía a Serú como referente más convocante del rock nacional.
 
Aquí se hacen mas notorias las influencias de grupos como Steely Dan (referente del new wave vanguardista de entonces) junto a la de grupos de rock sinfónico como los italianos Premiata Forneria Marconi, una de las bandas que más admiraba Charly por entonces.
 
El disco abría justamente con una introducción que en principio se llamaría precisamente Bicicleta pero que finalmente quedo como parte de “A los jóvenes de ayer”, feroz critica a esa secta que dominaba la televisión censurada de esos años.
 
A partir de allí se sucedían temas con destino de clásicos: Canción de Alicia en el país (parábola de la historia argentina de esos años), Desarma y sangra, Encuentro con el diablo y Mientras miro las nuevas olas.
 
La presentación formal del disco se realizó en el estadio Obras los días 26 y 27 de diciembre. Pero el hecho que marcó a la banda fue un show gratuito organizado para celebrar el fin de año en forma casi improvisada por un programa de televisión en la Rural: allí Serú Girán casi sin difusión previa convoco 60.000 personas en lo que fue la máxima cantidad de público que una banda por si sola lograba reunir.
 
Esto motivó el comentario irónico de Charly García: “Somos los Beatles argentinos”. A partir de allí fue la marca que acompañó al grupo.
 
A esa altura Serú Girán se había convertido en un fenómeno cuya popularidad no tenía antecedentes en el movimiento de nueva música argentina.
 
Sus recitales eran un marco de encuentro para un sector de la juventud que ya tenía en claro cual era la verdadera realidad que los medios habían ocultado hasta entonces, por eso era común ver a la salida de Obras o los lugares donde tocara, un despliegue policial que dejaba en claro que la banda no era bien vista por los guardianes del orden establecido a sangre y fuego por esos años.
 
Temas como “Canción de Alicia en el país” o “Inconsciente colectivo” (estrenada en junio de 1980 pero que formaría parte del primer álbum solista de Charly) mostraban la realidad en un lenguaje encriptado que lograba esquivar la censura pero que llegaba al público en toda su dimensión de mensaje.
 
En el mes de abril de 1981 la banda entró a estudios para grabar su cuarto disco. Venían de un período de descanso reflejo del cual era “Cinema verité”, una canción de veraneo en la cual se ironiza con una poesía desgarradora la clásica relación de playa entre una típica pareja plástica en el marco de uno de los balnearios exclusivos que llenaban las paginas de las revistas de actualidad.
 
“Peperina” era el tema que le daba nombre al disco y hablaba de una típica “groupies” de provincia que alguna vez había tenido una relación de amor/odio con la banda.
 
A partir de allí se podía observar hasta donde había evolucionado la banda en temas como “Llorando en el espejo”, “En la vereda del sol” o “Esperando nacer” con un crecimiento de David Lebón como compositor.
 
El disco tenia una calidad comparable a su antecesor y dejaba en claro que lo de Serú Girán no era solo un fenómeno de masas sino por el contrario su crecimiento era el reflejo del nivel poético y musical de la banda.
 
La presentación oficial tuvo lugar en Obras a principios de setiembre y sobre fin de año una serie de recitales en el teatro Coliseo que mucho tiempo después sería editado oficialmente cerraron un año que para el país había significado el acceso al poder de un general alcohólico que venía a poner el último toque de horror al período más negro de nuestra historia contemporánea.
 
Para Serú Girán imprevistamente sería el principio del final. Antes de los shows en el Coliseo, Pedro Aznar recibió la invitación para sumarse al proyecto musical del gran guitarrista Pat Metheny y continuar sus estudios musicales en Berkeley, lugar de elite para este tipo de perfeccionamiento.
 
La noticia fue un sacudón para el grupo. Se planteo de movida seguir como trío con Lebón alternando guitarra y bajo y un músico invitado para los recitales, pero la idea fue desechada y se decidió atinadamente dar por finalizado el ciclo de la banda con dos presentaciones en Obras, los días 5 y 6 de marzo, sin anuncio de separación sino simplemente como shows de rutina con la grabación en vivo de los mismos para la edición de lo que sería el último disco de Serú.
 
Por entonces ya Charly García tenía en mente lo que sería su nuevo material solista, tambien Lebón había compuesto con vistas a editar por fuera de la banda, por lo que la separación significaba la libertad creativa para los demás integrantes del grupo.
 
Y aquellos shows de marzo marcaron el final de una etapa. Hubo una reunión 10 años después con shows en River, gira por el interior y la edición de dos olvidables discos de estudio y en vivo, todo con una marcada intención comercial.
 
Pero la verdadera historia de Serú Girán había terminado aquel 6 de marzo de 1982 en el estadio Obras.
 
Hoy Charly cambió supervivencia por abandono de su esencia. Lebón eligió el bajo perfil y cada tanto aparece para mostrar su única voz de blues y su exquisita técnica de guitarrista. Aznar demostró que su ida a Berkeley tenía sentido: es uno de los músicos más brillantes de su generación.
 
Y Morito, el más querido, se fue quizá porque ya no le quedaba nadie con quien tocar.
 
Pero este final, hoy visto a la distancia que representan 30 años, significó mucho más que un mero hecho musical. Mas allá de que fue el canto de cisne de un grupo monumental que marcó a una generación del rock y que aun hoy se escucha con el placer de la poesía de Charly García en su punto de mayor inspiración y con una estructura musical perfecta, la separación de Serú coincide con un momento clave de nuestra historia contemporánea por casualidad o no.
 
Fue casi como el final de la inocencia para muchos por todo lo que se precipitó en muy poco tiempo.
 
Aquel marzo de 1982 trajo la noticia de que la banda ya no seguiría, la cual fue oficializada por los integrantes de la misma. A fin de mes, con el comienzo del otoño en estas pampas, el amigo Jorge Diego nos invitaba a ver en la vieja antena de ENTel el especial que el viejo ATC había preparado con imágenes del recital y con anticipos de lo que sería la nueva etapa solista de Charly (hoy devenido en material de culto para los seguidores de Charly). 
 
Un par de días después por la misma ATC y ya en forma abierta, nos enterábamos que el general alcohólico había invadido Malvinas. Y aquí se nos precipitó la historia: ya nada sería igual.
 
El inconsciente colectivo nos llevó de la euforia al dolor, los asesinos se tuvieron que ir y, en demasiado poco tiempo, nos encontramos decidiendo por nosotros mismos.
 
Y sabiendo la verdad que Serú como tantos otros habían contado simbólicamente pero que pocos entendieron en su momento. Y nos caímos y nos levantamos continuamente, y seguimos haciéndolo, tropezando con las mismas piedras de siempre.
 
Treinta años puede ser una eternidad o un suspiro, según lo que se mire. Tomando como referencia el adiós de Serú Girán y buscando imágenes que la banda nos dejó, podríamos vernos parados en el medio de la vida, llorando en el espejo, siempre esperando nacer. Deseando estar en la playa cuando algún día se vayan los que tapan la arena con celofán.
 
Pero, como en la parábola del cuento de Alicia, amagándonos con ir o salir pero quedándonos, porque ¿adónde más vamos a ir?