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Individualismo colectivo |
Escrito por Diego Oscar Durán | |||||
Sábado, 02 de Enero de 2010 00:00 | |||||
Es difícil expresar una idea en unos pocos renglones, y más aún lo es expresarla sobre todo un pueblo que -gracias a Dios- y a mi manera de ver, sigue manteniendo su “identidad” por sus propios caracteres individuales. Esos caracteres que conforman al “ser nacional” y que se han transformados en una metáfora bien forjada por aquellos supuestos intelectuales de nuestra historia, supieron ver en la reciente personalidad del argentino un libro en blanco y a la cual moldearon a gusto y semejanza. El individualismo y la falta de compromiso, forman parte de estos caracteres del “ser nacional”, nos guste o no, y debemos aprender a vivir con ellos dentro de una sociedad llena de apetitos personales, la que pretende mostrarse al mundo como una comunidad pluralista. El concepto de colectivismo esta muy arraigado a las raíces de cada pueblo. No es extraño que en un país como el nuestro ese concepto sufra de un revés en su analogía cotidiana. El identikit nacional replantea al individualismo como una suerte de dogma en donde la falta de compromiso es su aliado más potente. Un ejemplo, podría ser lo ocurrido en diciembre de 2001. La gran manifestación popular de ollas y cacerolas pudo unir a todo un país en una suerte de pluralismo social, el que, por otra parte, nunca existió. Al pensar en las verdaderas causas de esa ola de descontentos –corralito financiero- nos damos cuenta de que la razón fue individual, enmarcada dentro de un contexto colectivo. Mikel Dufrenne, basándose en Abram Kardiner (1891-1981, antropólogo y psicoanalista estadounidense), considera que existe una “personalidad básica”, una configuración psicológica propia de los miembros de una sociedad que se manifiesta en un cierto estilo de vida sobre el cual los individuos bordan sus variantes singulares. Esto constituye la base de la personalidad para los miembros del grupo, la matriz dentro de la cual se desarrollan los rasgos del carácter. Esta personalidad base se llena de apetitos personales, transformándonos en esclavos de una realidad que, muchas veces, resulta nefasta. Son los mismos apetitos que nos llevan a confrontarnos con nosotros mismos. Confrontaciones que nada tienen que ver con lo plural. Esa nada agraciada pluralidad fue heredada de nuestros antepasados y se hace evidente a lo largo de la historia convirtiéndose en una suerte de paradigma nacional. Este paradigma que poco a poco se fue aferrando a la identidad del pueblo argentino, es el que hoy nos hace ser lo que somos frente al resto del mundo y frente a nuestros pares. Esa libertad de accionar por cuenta propia, esa habilidad de no comprometernos, ese pensamiento tan narcisista y pedante, esa forma de sacar provecho de las situaciones, de pensar en nuestro propio gallinero, de no ver más allá de la punta de la nariz es lo que nos ha llevado a pararnos en el terreno de un pluralismo relativo.
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