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Cómo es ser la única doctora del pueblo Imprimir
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Domingo, 15 de Septiembre de 2019 09:13
Entre la enorme cantidad de virtudes y hechos destacados de su vida,  a René Favaloro se le menciona siempre que sus primeros pasos profesionales los dio en un paraje rural, en el pequeño pueblito pampeano de Jacinto Aráuz, desde donde edificó su ya mítica imagen asociada a la ciencia en nuestro país.
 
Es que los pueblos del interior, en los que el cura, la maestra, el policía y el médico, eran los grandes referentes de la vida en sociedad, fueron perdiendo parte de ese elenco estable y hoy es casi imposible lograr la radicación de un médico en un paraje alejado de las grandes ciudades, donde buscan generalmente su progreso profesional y económico. 
 
Pero siempre hay excepciones a la regla. La historia de María Angelina Centioni parece ser una de ellas. En 2004 visitó Sansinena, partido de Rivadavia, atraída por una vacante laboral para cubrir el cargo de médico del pueblo y no se fue más. Hoy, 15 años después agradece esa decisión porque le permitió criar a sus hijos con tranquilidad, estando a su lado, y porque pudo ejercer la medicina rural, una especialidad en vías de extinción pero en la que le gusta encuadrarse.
 
Cuando Angelina escuchó la palabra Sansinena, tuvo que repreguntar dónde quedaba. Era un planeta lejano para Córdoba Capital, donde cumplía funciones en la guardia del Hospital de la Misericordia. Un colega le advirtió que había una búsqueda de médicos en una pequeña población rural, sin acceso pavimentado, en Buenos Aires casi en el límite con La Pampa. Antes de desechar la oferta decidió conocer el poblado un fin de semana pero el rumor de esa visita corrió como reguero de pólvora entre los vecinos que la recibieron con los brazos abiertos, le mostraron la hospitalidad el interior y volcaron rápidamente la decisión.
 
Fue un sí rotundo, pero no inmediato. Se tomó tres meses. María Angelina Centioni tiene 50 años. Es cordobesa. Nació en Villa María pero creció en Pasco, una zona similar a la nuestra: sojera, agropecuaria. Casi no hay rastros en sus palabras de la clásica tonada cordobesa, aunque –señala- nunca fue muy pronunciada porque es del sur de esa provincia. Está casada con Jorge Acosta que hace transporte escolar en Sansinena y es madre de dos hijos Agustina (22) estudiante de arquitectura y Facundo (15).
 
En el pueblo
 
Cuando visitó Sansinena por primera vez, el pueblo buscaba médico desde hacía 5 años, y sólo tenía una unidad sanitaria en menor escala a la que posee hoy.
 
“Fue un salto grande de la Capital de Córdoba a Sansinena, nos costó la adaptación, familiar y lo laboral porque veníamos de trabajar en un equipo grande y acá estaba sola. A mi no me gustan las ciudades grandes, para criar hijos nosotros elegimos este lugar, si algo le debo a Sansinena es la crianza de mis hijos, los pude ver crecer” dice en el comienzo la doctora en diálogo con OESTE BA.
 
Además de su familia, sus padres también se radicaron en el pueblo bonaerense y la aventura de “probar por un par de años” se convirtieron en 15. Además realiza guardias en el Hospital de América y cursa la subespecialidad de Hemoterapia en La Plata.
 
“Sansinena es una familia grande, con todas las cosas buenas y malas que tienen las familias, pero cuando tenemos que tirar para adelante lo hacemos todos juntos”.
 
Uno de los objetivos de tirar para adelante fue la  unidad sanitaria “que fue creciendo, a través del Presupuesto Participativo se hicieron muchas cosas,  después el hogar de abuelos. Es poco común que exista una sala de internación en una ciudad como esta, al igual que la sala de odontología y otra de kinesiología. Se cambiaron las tejas de tipo colonial por chapa negra”.  
 
Los pacientes, los vecinos
 
La doctora dejó el anonimato de una gran ciudad y se metió en una población en la que se conocen todos, y en la que los vecinos no tenían problemas en tocar el timbre a distintas horas para consultar por la fiebre del nene “al principio la demanda fue muy alta” y destaca el equipo de enfermeras que la secunda.
 
“Se hace otro tipo de relación, si salgo a caminar los vecinos me paran para hablar de una receta o un dolor abdominal, voy a una fiesta y es lo mismo, ya me adapté”. Esta cercanía también le da a ella una información previa en la que tiene una radiografía de cada paciente y una historia clínica sin necesidad de abrir la computadora.
 
“Antes que pasen la puerta ya sé quién viene y qué problemas tiene, tengo la historia clínica de todos en la cabeza y sé en muchos casos si viene por algo orgánico, emocional, ruptura de pareja, todo”.
 
También dijo que sintió en los primeros tiempos el respeto que los pequeños pueblos otorgan a los médicos pero su forma de ser “genera cercanía y rápidamente hicimos otro trato”. En estos pueblos de no más de 500 habitantes “se tejen relaciones emocionales inevitablemente, te vinculas de otra manera y te afecta, porque hay gente que tiene un diagnóstico difícil para él y su familia y tenés que comunicarlo. Es más fácil un paciente anónimo en la ciudad grande”.
 
En Sansinena “tengo todas las emociones con la mayoría de la gente, no sólo hago medicina sino también un poco de psicóloga y sacerdote” se ríe y sobre las especialidades médicas dice que es “todóloga”.
 
Este año, además integra la lista de candidatos a concejales del oficialismo rivadaviense “me influyó mucho el advenimiento democrático de 1983 y la figura de Raúl Alfonsín y ahora entendí que había que comprometerse, es la primera vez que soy candidata”.
 
En el final, y cuando se le pidió una reflexión hacia los médicos jóvenes que miran hacia el interior, señaló que ella se adaptó “porque soy muy familiera, soy médica rural, algo que está en extinción. Voy más allá de la medicina porque me gusta la parte social que acá puedo desarrollar, pero los nuevos médicos analizan otras cosas y piensan más en ciudades grandes”.
 
Fuente: OesteBA
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 Cómo es ser la única doctora del pueblo