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Alerta en médicos y enfermeros: se viene una carrera contrarreloj en la provincia de Buenos Aires para frenar el coronavirus Imprimir
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Lunes, 23 de Marzo de 2020 09:11
No es pánico ni paranoia. Sin embargo, advierten sobre la falta de insumos y las deficiencias en las condiciones laborales. Las voces de especialistas sobre lo que está pasando en los hospitales públicos. En el territorio bonaerense hay 70 casos confirmados y el sábado 21 se produjo la primera muerte
 
Por Juan Manuel Mannarino
 
Todo cambia día a día. hora a hora, minuto a minuto. El estudio de un virus que se expandió a la velocidad de la luz, y bajo un aura de fatalidad global, desvela al mundo. Como desvelan a científicos y especialistas las preguntas sin respuesta: ¿podrá frenarse la expansión del virus? ¿Se viene una ola epidemiológica más brutal? ¿Hay nuevos síntomas? ¿Colapsarán los sistemas de salud? ¿Bastan las medidas de distanciamiento social para frenar el contagio?
 
En Argentina, los trabajadores de la salud se informan, se capacitan, articulan experiencias y prácticas pero, a la vez, deben lidiar con la inmediatez y la urgencia: dar atención, poner el cuerpo, arriesgarse ante condiciones que muchas veces son inadecuadas para tratar con un virus imprevisible, altamente contagioso, de una magnitud jamás vista.
 
Médicas y enfermeras del hospital Paroissien
 
La exigencia que pesa sobre ellos es tal que los picos de estrés son moneda corriente en estos tiempos. Una buena parte, incluso, teme hablar con la prensa ante el constante cambio de directivas e información. El Gran Buenos Aires parece todavía distante de la alarma, aunque la sensación en el ambiente médico es que los brotes serán inevitables. El desafío -dicen por lo bajo- es atemperar las consecuencias, y para ello los días de cuarentena obligatoria son vitales. En el territorio bonaerense se concentra la segunda cantidad de afectados después de Capital Federal, con 70 casos confirmados. Lejos del pánico y la paranoia, los agentes del sistema se preparan y organizan para hacer frente a una demanda de consultas y casos que, hasta el momento, están ausentes del radar.
 
Argentina está fuera de los 50 países con mayor cantidad de infectados y la mayoría de los casos son importados, aunque ya se detecta transmisión local en conglomerados. El último sábado se produjo la primera muerte en la provincia. Se trata de una mujer de 67 años, con antecedentes de obesidad y enfermedad pulmonar obstructiva crónica. Había viajado a República Dominicana y estuvo en un crucero en el Caribe, del 29 de febrero al 12 de marzo.
 
“Están llegando nuevos insumos, la idea es ampliar en un 70 por ciento la capacidad de las terapias intensivas. Se han comprado camas, monitores y respiradores. En Buenos Aires tuvimos menos casos que anteayer. Estamos en un proceso de curva aplanada, es decir, la continuidad de los contagios no está generando picos que nos pongan en situación de alerta”, dice Cristian Scarpetta, vocero del Ministerio de Salud de la Provincia de Buenos Aires.
 
Y agrega: “Estamos evitando lo que pasó en Italia: mucho contagio en poco tiempo. Hoy aparecen contagiados que hace cuatro o diez días estaban en situación de sospecha, sabemos que este virus se incuba y tarda en manifestarse. Esperamos fortalecer el sistema de salud en el tiempo de la cuarentena obligatoria para prepararnos si es que hay un brote o un pico”.
 
En varios hospitales iniciaron una campaña para pedir que la gente se quede en sus casas
 
Mientras los trabajadores de la salud reciben nuevas instrucciones para actuar ante el coronavirus -desde cómo identificar un caso sospechoso a las formas de prevenir y actuar frente a la enfermedad-, el ánimo que se respira en los pasillos de hospitales públicos es de preocupación más que de alarma. En efecto, desde la Asociación Sindical de Profesionales de la Salud (Cicop) expresaron una coordinación conjunta con las autoridades y funcionarios aunque bajo una exigencia: proteger las condiciones de trabajo, que hoy generan inquietud en el gremio ante la falta de insumos y cuidados esenciales.
 
"Los profesionales de la salud de los hospitales públicos de la provincia nos preparamos para semanas muy difíciles -dice Pablo Maciel, médico clínico y secretario gremial de Cicop-. Esperamos un crecimiento exponencial de casos confirmados y trabajamos para adecuar cada hospital a esta nueva situación. Al mismo tiempo pedimos a las autoridades que resuelvan rápidamente el suministro de todos los insumos necesarios para atender adecuadamente a la población, así como también todos los elementos y las medidas de protección para el personal de salud que estará expuesto en la primera línea de la lucha contra el coronavirus: barbijos, guantes, camisolines, protectores faciales, alcohol en gel, respiradores”.
 
En el marco de la emergencia sanitaria, Maciel puso el foco en asignar una rápida partida presupuestaria para insumos, nombramientos y salarios a fin de fortalecer el sistema público de salud. Aunque la situación en el presente parece bajo control, cree que va a empeorar y que cada minuto significa una decisión que pesará sobre el futuro. Silvia González Ayala es titular de la cátedra de Infectología la Facultad de Medicina de la UNLP y consultora en infectología del Hospital de Niños de La Plata. Al igual que Maciel, la especialista piensa que el sistema de salud está en una verdadera carrera contrarreloj. “En los distintos niveles de atención es imprescindible la preparación del equipo de salud para el manejo adecuado de esta infección respiratoria de muy fácil transmisibilidad. Y, por ende, es necesaria la provisión de los insumos básicos para que el personal no se infecte”.
 
Para González Ayala, lo que se necesita por día de insumos para personal y pacientes -según lo dictaminado por la Organización Panamericana de la Salud- “es una cifra que abruma”, y dice que es esencial la reprogramación de las actividades médicas cotidianas para asignar camas en hospitales. El recurso humano -dice- será crítico: por eso las instituciones están pensando en la incorporación de estudiantes avanzados de las facultades. “La respuesta de la comunidad es óptima, se siente la solidaridad. Hay grupos que se han ofrecido para la confección de barbijos y camisolines, como así también el taller de sastrería del ejército. Hay escasez de insumos pero, sin estas colaboraciones, todo sería devastador”.
 
La acción, en el Fiorito
 
A la hora de definir el coronavirus, de acuerdo la infectóloga, no existe ninguna controversia científica. “Estamos frente a un virus nuevo, respiratorio, con importante transmisión de persona a persona, ha tenido mutaciones pero no conocemos su deriva -desarrolla en su posición-. Mientras en China los casos se duplicaron cada seis días, en Francia es ahora cada tres. Dato elocuente. En Argentina, tenemos nueve días hasta el 31 de marzo para preparar la atención de los nuevos pacientes y aprender de lo que está pasando en otros países. No vamos a poder internar a todos. Como se está haciendo en España o Reino Unido deberemos tener un centro de atención de llamadas para casos menores, que esos pacientes se queden en sus casas. No hay capacidad siquiera para ir a atenderlos a domicilio”.
 
No hay tiempo que perder. La preocupación de la especialista es el segundo y tercer cordón del Gran Buenos Aires: allí, dice, está la mayor concentración de población con necesidades básicas insatisfechas. El acatamiento de las medidas higiénicas, que son similares a las de la Gripe A, son difíciles de cumplir dada la falta de provisión de agua potable y las condiciones habitacionales deficientes, “como también pasa con el dengue, que es una epidemia que sigue en curso, donde el descacharreo es fundamental y hay que eliminar los huevos donde crecen los mosquitos. El dengue está opacado por el coronavirus, pero los casos siguen aumentando y además hay dengue autóctono. No debemos olvidarlo”.
 
Hay alerta en los centros de salud bonaerenses frente a un posible pico del COVID-19
 
La indisciplina social se demostró con los desplazamientos de gente hacia la costa u otros destinos, como ocurrió en Italia “cuando se sembró el coronavirus con los viajes de la gente del Norte hacia el Sur”. A la infectóloga le molesta la subestimación de la enfermedad. “Estamos todos en el mismo barco, nos puede pasar a cualquiera de nosotros y de nuestros familiares. Acá el objetivo es preservar la salud de la comunidad”, dice, y augura que no habrá una vacuna hasta el plazo mínimo de un año: acaba de implementarse una prueba experimental en Estados Unidos con 45 voluntarios humanos.
 
A la vez que en los países centrales se suman las voces de doctores alertando sobre la gravedad del coronavirus, el infectólogo Marcelo Beltrán, que trabaja desde 1975 en el Hospital de San Isidro, dice que le parecen correctas las medidas tomadas por el gobierno nacional. “Es novedoso que se haya tomado ahora, cuando no existen picos ni brotes -se asombra-. Ayer cambió la definición del diagnóstico, ahora se permite hacerlo en toda neumonía grave y a la vez con esta cuarentena buscar que los contagiados leves no contagien a otros, lo cual permita achatar la curva epidemiológica, que es lo que se disparó en Europa. La otra cuestión es el personal de la salud. Estamos abandonados, sobre todo en el servicio público. Porque por ahora los principales casos de coronavirus fueron tratados por el sector privado”.
 
El médico pidió que aquellos hospitales abandonados o nunca inaugurados puedan ser habilitados para la atención del coronavirus. En la provincia, la construcción de nuevos edificios ha sido, además, noticias de los últimos días, como el Hospital Municipal de Crónicos que comenzará a funcionar en la localidad de Punta Lara y que cuenta con 50 camas. Hasta los clubes ofrecieron sus instalaciones para paliar la posible demanda, como ocurrió con Estudiantes de La Plata a través de una carta firmada por su presidente Juan Sebastián Verón.
 
Los profesionales de la salud piden insumos para enfrentar la enfermedad
 
Beltrán se posicionó a favor de que el sistema de salud implemente una especie de “telemedicina”, donde se reemplace la atención personalizada y se la reserve para casos sospechosos. Dio cifras: Corea del Sur hizo 200 mil análisis del coronavirus, 50 mil por día, un móvil con muestras casa por casa. Así supieron cuántos pacientes tenían y tuvieron sólo 80 muertos en 8 mil casos. En Argentina, explica el infectólogo, el único instituto que está haciendo el diagnóstico es el Malbrán, con 60 análisis por día.
 
“Por eso se genera la locura de saber si el que se pone al lado mío en la cola del supermercado está escupiendo corona o no –asegura el especialista-. Esto estalla porque con el gobierno de Macri no dieron presupuesto para incorporar máquinas de PCR -prueba diagnóstica-. Hoy sólo estamos en condiciones de diagnosticar a los graves, que son el 5 por ciento de la epidemia. Pero no sabemos hasta dónde va a durar esto. Si aparece la ola epidémica durará dos meses, se contagia más de la mitad de la población y después irá bajando. Con este virus no tenemos ninguna inmunidad, y una persona puede contagiar a cuatro o cinco, y así sucesivamente. El 90 por ciento de los contagios no se palpa, es invisible, y es por eso que las medidas de distanciamiento social ayudan. Depende del sistema de salud de tu país para saber cuán protegido estás. En Corea del Sur no se murió nadie menor de 30 años, por ejemplo”.
 
Los médicos bonaerenses, en alerta.
 
La epidemia de gripe española, en 1918, mató a más de 50 millones de personas, casi el doble que la Primera Guerra Mundial. Pero las condiciones eran otras: no había respiradores artificiales ni la tecnología ni los avances científicos actuales. Además, la población estaba desvalida, con hambruna, y quebrada emocionalmente por la guerra. “Esta pandemia del corona va a matar tanta gente como la Gripe A, y luego llegará la vacuna y seguramente tendremos brotes epidémicos cada año. La población se tiene que cuidar, con alejamiento social, saludarse con el pie, lavarse mucho las manos con jabón, usar alcohol en gel”, recomienda el infectólogo.
 
En el mundo se suscitan novedades a cada instante sobre el virus, como la reciente información de que el COVID-19 no sólo ataca los pulmones, sino también provoca muertes por infartos. En este sentido el cardiólogo José Luis Parmisano, que se desempeña en el Hospital Español de La Plata, advierte que el virus “puede atacar cualquier órgano, porque está en las células, va por la sangre”. Lo que inquieta al especialista médico es que el sistema de salud no llegue a un colapso. En su área de cardiología sólo atienden, desde ahora, a casos de infartos agudos: el resto de las operaciones han sido postergadas.
 
“¿Y qué pasa si mañana hay un caso de ACV? ¿Le decimos que se vaya a su casa porque las camas están reservadas para casos de coronavirus aún no detectados? -se pregunta Parmisano-. Es inevitable que ocurra eso, porque en La Plata, por poner un caso, hay 250 camas de terapia intensiva y no más de 100 respiradores artificiales. Es como si preparaste la comida para cuatro personas y te caen veinte. Entonces el mejor arma que tenemos es el de separarnos, el de quedarnos en casa. Eso hará que el virus, en vez de ir a 200 kilómetros, vaya a 50. Es decir, el virus no es que va a desaparecer, es inmortal, pero por lo menos se lo detiene. ¿Por qué siguen existiendo casos de polio, tuberculosis, sífilis o sarampión? Porque se deja de vacunar y entonces resurge y hace un nuevo brote. Así de simple”.
 
Cuando existe una pandemia el pensamiento debe ser global, no sólo local. Para Parmisano, el país que puede sufrir la mayor morbimortalidad es Estados Unidos: dice que su sistema de salud pública es peor que el de cualquier país europeo. “Las corporaciones dominan y la gente no se hace reactivos para el virus porque le sale 2000 dólares. El estado está ausente, tiene menos respiradores per cápita que cualquier otro país, faltan médicos y no atienden razones humanitarias, sólo comerciales. Si tenés cáncer y no podés pagar la medicación, te morís sin tratamiento. Va a pasar lo mismo con el corona”.
 
Mientras tanto, los niveles de atención primaria y guardias médicas en el Gran Buenos Aires están lejos de sentirse desbordados. Lo que sucede en países de Europa como España, donde se implementó una guía ética para “priorizar la mayor esperanza de vida con calidad” ante dos pacientes similares, parece algo impensado.
 
El pedido de barbijos de un profesional de la salud
 
“Percibimos que los trabajadores de la salud y la población en general están algo asustados porque el sistema viene golpeado desde hace años -dice Aníbal Aristizábal, clínico y emergentólogo del Hospital Fiorito de Avellaneda-. Se nota cierta incertidumbre pero no pánico, es todo muy reciente. Han llegado nuevos insumos, aunque todavía hay faltantes. Esperemos que el pico sea bajo, porque es inevitable que el virus llegue a nuestro país con más fuerza. Estamos ante una pandemia que está causando estragos y la gravedad del cuadro depende de la responsabilidad social. Nos estamos preparando para enfrentar esa batalla, por eso las medidas de la bioseguridad tienen que ser prioritarias para los trabajadores de la salud porque nosotros circulamos libremente y estamos expuestos”, y explica que en su hospital la atención disminuyó notablemente: en la consulta diaria en la guardia hay 60 pacientes, cuando por lo normal se supera los 150.
 
Lo exaspera la venta indiscriminada de barbijos quirúrgicos en la calle: explica que el barbijo se contamina rápidamente y no es necesario su uso permanente. Que la especulación comercial lo que hace es desperdiciar el recurso y su distribución proporcionada en hospitales. “Lo más importante es mantener la distancia entre un metro y metro y medio entre persona y persona. Pero lo que pasa también es que es tal la precarización social que muchas personas no pueden cumplir con la cuarentena y si se quedan en casa, no comen”, asegura.
 
Por otra parte, la médica Noelia Poggi trabaja en una salita de salud que depende de la Municipalidad de La Plata y concuerda que lo mejor es respetar la cuarentena obligatoria. Brega para que sólo se acerquen a la consulta los que tienen una dolencia o enfermedad que no pueden resolver en el hogar. Y señala una serie de recomendaciones.
 
La campaña que se extendió por los hospitales del Conurbano.
 
“Los que tengan fiebre, dolor de garganta, tos, dificultad de garganta y que hayan viajado a países de riesgo o tenido contacto con alguien que viajó o con un caso sospechoso o confirmado de coronavirus, tiene que llamar a los números disponibles de emergencia en cada localidad -explica-. El lavado de manos con jabón es lo mejor, porque si usamos todo el tiempo el alcohol en gel se pegotea y si la mano está sucia, atrae los gérmenes. Y evitar tocarse la cara, estornudar en el pliegue del codo. Las personas que tienen que tener más cuidado son las que están más expuestas, como los empleados de los peajes, los empleados de comercios, el almacenero del barrio. El uso del guante es fundamental. Estamos reacomodando nuestras vidas a esta situación, para dar atención en todas las franjas horarias. Y tenemos que tener el abastecimiento necesario en las salitas, algo que por ahora no se viene cumpliendo, porque faltan barbijos, medicamentos e insumos básicos como gasas y guantes”.
 
El primer nivel de atención es la puerta de entrada en la detección del virus. Sin embargo, es la que menos presupuesto tiene ante el protagonismo de otros sectores, como las terapias intensivas. Manuel Fonseca es médico generalista y también trabaja en un centro de salud de La Plata. “Estamos resolviendo las preguntas más sencillas que nos acerca la gente para que los hospitales no se saturen -explica, desde su rol-. Lo hacemos en coordinación con clubes de barrio, escuelas y organizaciones sociales en la campaña de prevención y promoción de la salud. Este es un trabajo interdisciplinario, no sólo de los médicos. La prevención es la clave y es un tema que no suele entrar en la agenda de los medios, que ponen el eje en la cantidad de respiradores y de camas”.
 
Y concluye, dando una mirada crítica hacia su profesión: “Hoy como trabajadores estamos en riesgo porque en el primer nivel estamos olvidados, y eso es preocupante. Estamos sosteniendo la atención a embarazadas e implementando en la puerta de entrada el triage, que es un mecanismo para detectar casos sospechosos y derivarlos a hospitales. Por ahora la situación es tranquila, sin problemas, pero nos estamos organizando para una demanda importante de casos en las próximas semanas”.
Alerta en médicos y enfermeros: se viene una carrera contrarreloj en la provincia de Buenos Aires para frenar el coronavirus