Leyenda del atletismo. Germán Lauro, después del retiro: “Mis medallas están en una caja de cartón y al diploma olímpico no lo encuentro” Imprimir
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Viernes, 24 de Enero de 2020 11:00
Luego de 22 años en el deporte de alto rendimiento, el finalista olímpico y mundial reflexiona: “Es complicado ser un atleta full time en Argentina sin tener un trabajo formal”
 
Diluvia en la noche de Trenque Lauquen. En cualquier momento se corta la luz. “Me parece que se va la tormenta para Buenos Aires”, avisa Germán Lauro​​. Dicho y hecho. A la mañana siguiente, lloverá en la Ciudad.
 
El agua no permite hacer pollo al asador. Esta vez no se repetirá el modus operandi de los festivales que armaba hace casi dos décadas la Comisión de Padres para recaudar fondos para que los atletas del CEF 18 pudieran viajar y competir en los Nacionales. “Se asaban 400 o 500 pollos y con la ganancia nos íbamos a los torneos. Y eso que acá son pollos de cuatro kilos, no como las palomas que venden allá”, recuerda y bromea el embajador de su ciudad natal.
 
Finalista olímpico en Londres 2012. Finalista mundial al aire libre y bajo techo. Medallista de bronce en Juegos Panamericanos. Campeón iberoamericano, sudamericano y argentino. Germán Luján Lauro hizo historia en el lanzamiento de bala, para retirarse como ícono del atletismo ​argentino. De Trenque Lauquen al mundo, otro “milagro” del deporte nacional frente a potencias con recursos infinitamente mayores.
 
“La necesidad de autosuperación y la locura personal te llevan al éxito. Los argentinos amamos lo que hacemos y tenemos deseos de estar mejor. Más allá del huevo y de la garra, en la sociedad está la esperanza de superarse. Si no, nos iríamos y que explote todo. Pero no explota todo. No nos damos cuenta de que tenemos un país sumamente rico y nunca supimos disfrutarlo. Vivimos autodestruyéndonos. Fuimos nosotros los que hicimos el kilombo”, monologa en el cierre de la charla, que se transforma en arranque para esta entrevista.
 
“Si ves los deportistas que surgieron y llegaron más lejos, la mayoría la tuvo que luchar. Vamos a cambiar como sociedad el día que entendamos la filosofía del deporte: el esfuerzo, la continuidad, el compromiso con lo que uno hace, el respeto a un plan y a las reglas. El deporte salva al mundo”, filosofa tajante.
 
-Tu historia es novelesca: el pibe de pueblo o ciudad chica que se viene al CeNARD a pelearla y construye a conciencia una trayectoria impecable. Cuando hiciste por primera vez los 450 kilómetros hasta Buenos Aires, ¿pensabas lograr tanto en el atletismo y en el deporte en general?
 
-Nunca pensé conseguir lo que conseguí. Al deporte siempre lo viví no te digo como un hobbie pero sí como la chance ideal para poder viajar, conocer otros lugares y hacer amigos. Nunca pensé en llegar a tan alto nivel ni ser olímpico. Despues de Beijing 2008, mis primeros Juegos Olímpicos, me di cuenta de que mis rivales eran gente de carne y hueso como nosotros. Y en 2012 vinieron los grandes resultados con los sextos puestos en el Mundial bajo techo de Estambul y en Londres​.
 
-Fueron los Juegos soñados, con récord argentino y diploma olímpico…
 
-Sí, aunque no sé dónde tengo el diploma.
 
-¡¿Cómo?!
 
-No sé dónde está. No lo encuentro. Lo traje y no sé dónde fue a parar. Ya aparecerá y lo encuadraré. Es que nunca le di mucha bola a los resultados y a las medallas. La mayoría de mis medallas están metidas en una caja de cartón. En algún momento ordenaré, je. Sólo hay dos o tres colgadas. Pasa que disfruto más la experiencia que el hecho material de decir: “Miren, tengo una medalla”. Para mí es más importante el camino recorrido que el resultado en sí. El diploma en Londres es un gran logro, pero valoro más todo lo que transité para conseguirlo.
 
Historia pura. Germán Lauro fue sexto en los Juegos Olímpicos de Londres 2012 y batió su récord argentino. Foto: AFP
 
-¿Cómo disfruta el camino un atleta de alto rendimiento, que se entrena y compite en busca de resultados, ya sea una marca, un tiempo o una medalla?
 
-Lo aprendí de Carlos Llera, mi maestro y entrenador, que me inculcó eso. Es una teoría “bielsista” de la vida. Disfrutar el camino sin perderse en la búsqueda del resultado. Y si no se consigue el resultado, no importa porque trabajaste para ello. Cuando doy charlas sobre atletismo, insisto en que podés salir último e irte contento porque mejoraste tu marca. Mi sexto puesto en Londres 2012 fue como una medalla, porque era mi mejor marca y récord argentino. Por más que sepa que no va a ganar, el verdadero atleta busca mejorar su registro. Eso te lleva a ganar medallas.
 
-¿Cómo transmitirles este mensaje a los jóvenes deportistas en una sociedad vertiginosa?
 
-El descubrimiento es personal. Hasta que no lo sentís, es difícil de entender. Si se lo digo a uno que recién empieza, me dirá: “Mirá este viejo pelotudo lo que dice porque se está yendo”. Muchas chicos te van a escuchar, pero hasta que no empiezan a vivenciarlo, es difícil incorporar ese concepto.
 
-El tema es que si no logran un resultado, no acceden a un apoyo estatal, porque el sistema argentino de becas está planteado así…
 
-Es la realidad del deporte argentino. Somos un país 100 por ciento futbolero y es difícil que lo que se mueve por afuera tenga apoyo. El aporte del Estado es el que hay y hay que arreglarse con eso. La manta es corta. Uno debe entender en qué país vive. Cuando hay necesidades, es fácil cortar por el lado del deporte. Es entendible que no te den bola si vivís en emergencia económica, con kilombos por todos lados, y salís a pedir 100.000 dólares por una gira. Siempre se puede estar un poco mejor, pero como sociedad tenemos que cambiar.
 
-¿Te sentiste escuchado a la hora de reclamar por lo que creías que te correspondía?
 
-Sí, pero es difícil cambiar este sistema de becas. Está arraigado y muchos viven de esto y lo necesitan. Es complicado ser un atleta full time en Argentina sin tener un trabajo formal. El país debería acompañar. Vivir tendría que ser mucho más barato y fácil y entonces no habría la necesidad de pedir cada vez más. Pero debo tener empatía y saber dónde vivo. A mí me respaldaron los resultados para pedir lo que necesitaba, pero lo difícil es llegar y pasar la barrera.
 
-La gran carencia es el apoyo de los sponsors privados, que apuestan a los consagrados…
 
-Uno debe pelear por las marcas, que no hacen caridad y buscan el rédito económico. Los sponsors tratan de tener a los mejores. Hasta que uno no logra ser el mejor, es difícil entrar en ese círculo. Una cosa es cuando empezás, pero cuando tenés un nombre, las puertas se abren. Al arrancar, la remás en dulce de leche y chocás contra las paredes, pero con un nombre la cosa se simplifica un poco.
 
-Y empiezan a invitarte a la Fiesta del Deporte de Clarín…
 
-(risas) Una lástima que se dejaron de hacer hace tiempo. La pasábamos muy bien. En una terminé cantando arriba del escenario con Los Pericos. Creo que tengo una foto con Germán Chiaraviglio. Mis amigos no querían venir porque era lunes y después de esa fiesta quisieron venir todos a la siguiente (más risas).
 
A Lauro se lo invitaba a la fiesta por sobrados motivos. Dueño de 22 títulos nacionales en pruebas individuales de mayores, 13 en bala y 9 en disco, es el segundo más ganador, detrás de Domingo Amaison. Se colgó 13 medallas (9 oros, 2 platas y 2 bronces) en Sudamericanos, desde 2006 a 2019. Fue campeón iberoamericano en bala y en disco –dos veces en cada disciplina-, además de lograr una plata y un bronce, metal que recibió en los Juegos Panamericanos​ de Guadalajara 2011 y Toronto 2015 con sendos terceros puestos en bala. En Mundiales bajo techo fue sexto en Estambul 2012, Sopot 2014 y Portland 2016. Fue séptimo en el Mundial al aire libre de Moscú 2013 y noveno en el de Beijing 2015. Y el cenit de ser sexto en los Juegos Olímpicos de Londres 2012.
 
-¿Cómo explicás entrenarte cada día para ir a un gran torneo por tres lanzamientos? O por seis, si llegabas a la final…
 
-Eso es lo lindo de este deporte: la búsqueda de la perfección. Tenés que encontrar la búsqueda de la perfección. El velocista de 100 metros pestañea y perdió la carrera. Se duerme una milésima de segundo en la salida del taco y chau. No hay segunda oportunidad. Depende todo de vos. Esa adrenalina te la genera este deporte.
 
-Y a vos no te presionó esa adrenalina, evidentemente, Es más, parece que te potenció.
 
-Mis mejores marcas las tengo en competencias. Nunca en un entrenamiento lancé más que en los torneos. Esa adrenalina o ese estrés competitivo, que son difíciles de manejar y te pueden jugar en contra, a mí me sirvió. Pero lo madurás con el tiempo. Yo llegué a mi primer Mundial de Menores en Hungría (Debrecen 2001) con la cuarta mejor marca de todos y terminé 12º en disco, porque me pegué un cagazo terrible. Tenía 17 años. Con el tiempo vas aprendiendo. Eso te lo da la experiencia, que, como dicen, es el peine que te da la vida cuando te volvés pelado. Pero soy un convencido de que cuando hacés bien el trabajo previo, es muy difícil que te vaya mal ese día clave. No hay forma de errarle.
 
La vida lo abraza con la compañía de Daniela Crespo, múltiple campeona argentina en héptatlon y octava en los Juegos Panamericanos de Río de Janeiro 2007. “Empezamos a salir en 2008, cuando vivíamos en el hotel del CeNARD –dice-. Era la época que compartimos ahí con Lucas Matthysse, el “Chino” Maidana, José Meolans y Fede Molinari. Algunas historias se pueden contar y otras no, je”. Como en Las Vegas, lo que pasa en el hotel del CeNARD, queda allí.
 
Sigue el diluvio en Trenque Lauquen. La luz no se cortó. Otra noche llegará el momento de asar.
 
-Ahora que pasó el tiempo de vender pollos para viajar a competir, ¿se viene una cena despedida?
 
-Si tuviera que invitar a todos los que me dieron una mano, no me va a alcanzar el fuego.
 
El deporte de alto rendimiento no es salud. El atleta se exige al límite, bien entrenado, alimentado y controlado por profesionales, a sabiendas de que el final puede ser bien disímil: podrá lograr la marca, el tiempo, el resultado o la medalla que deseaba, o pagará un alto precio en su cuerpo y en su mente. Germán Lauro combinó lo bueno y lo malo. Quedará en la historia del atletismo y del deporte argentino, pero tuvo que decir basta por sus dolores.
 
El “Gordo” que se ganó un nombre a nivel internacional era una fija a la hora de subirse a un podio y vivió momentos de gloria e inolvidables es el mismo que llegó a competir con una protusión discal en la L5-S1, compresión de vértebras, rodillas maltrechas e inflamadas con líquido sinovial y hasta la porción larga del bíceps desprendido del hombro izquierdo. Postergó la operación porque hubiera significado no ser olímpico en Río de Janeiro 2016 o perderse Mundiales. Hasta que paró la pelota, pensó y pasó a cuchillo. “No más”, dijo como “Mano de Piedra” Durán frente un Sugar Ray Leonard intratable.
 
-¿Cuál fue el último torneo en el que recordás haber competido 100 puntos y sin dolor?
 
-En Doha 2013, cuando hice mi mejor marca. Allí fui la última vez que competí estando realmente bien.
 
Desde aquel récord sudamericano en bala de 21,26 metros en la etapa qatarí de la Diamond League hasta el retiro, pasaron 6 años y 8 meses durante los cuales Germán hizo malabares para manejar su tolerancia al dolor y sus ansias de superarse con objetivos máximos que finalmente logró. Pero hubo un costo grande.
 
“Después de Doha, se venía el Mundial de Moscú 2013 y yo estaba seguro de que iba camino a hacer mi mejor marca, pero una semana antes me jodí la espalda en un entrenamiento en León. Sentí un tirón en la espalda y por la protusión en la L5-S1 no podía caminar del dolor. Estuve casi 15 días sin tocar la bala, con antiinflamatorios y masajes para sacar el dolor. Y así y todo quedé séptimo en el Mundial. Estaba hecho un demonio”, arma en forma de relato de contrastes. Los resultados en alza versus la salud en baja.
 
“Tenía molestias en la espalda, en la rodilla derecha y después en la izquierda. En Toronto 2015 competí con el hombro izquierdo roto, porque se me desprendió la porción larga del bíceps. Y en Beijing 2015 también –cuenta-. Pero no había tiempo de parar, porque si me operaba me perdía Río de Janeiro 2016. Decidí seguir y así y todo quedé a sólo 5 centímetros de clasificarme al Mundial de Londres 2017”.
 
-Competiste en condiciones que otros no hubieran tolerado…
 
-No podía someterme a la cirugía en el hombro porque el tiempo de recuperación no me daba para llegar a Río. Entonces decidí bancarme el dolor y me entrenaba tomando un Keterolac. Pero en 2017 no aguanté más porque no podía moverme. Una cosa son los dolores típicos del entrenamiento, que se aguantan toda la vida. El tema es cuando te duele y no te deja entrenarte. No es lo mismo la fatiga que el dolor articular.
 
-¿En qué momento lo pensaste bien y dijiste: “Basta. Hasta acá llegué. No doy más”?
 
-Sufrí muchísimo el año pasado. Me entrenaba 15 días, se me inflamaban las rodillas y tenía que parar. Durante un año me debo haber hecho tres o cuatro infiltraciones para sacar líquido de las rodillas. Me era imposible entrenar. Me costaba levantar las pesas, ir al campo y lanzar. No me llenaba.
 
-Suena áspero decirlo, pero el deporte de alto rendimiento no es salud.
 
-Y, sí . En nuestro deporte es así, porque tenés que estar al 100 por ciento. Si estás al 99, regalás ese uno por ciento. Un futbolista puede estar a media máquina, porque el equipo complementa, pero Usain Bolt​ no podía estar para hacer 9s90 porque le hubieran ganado. Siempre debés estar a tu máximo, porque cuando empezás a dar pequeñas ventajas, te juega en contra.
 
-¿Cuándo comprendiste que no podías llevar tu cuerpo al extremo?
 
-Te das cuenta con el tiempo. Pasa como en la vida. Cuando sos chico, a los 18 o 20 años te parece que sos inmortal e indestructible, pero cuando te cuesta cada vez más recuperarte, te das cuenta que pasas a ser mortal y empezás a tener otro cuidado. El atletismo no es para toda la vida.
 
-¿Cómo manejaste la angustia o la amargura de decir basta?
 
-Es que termina siendo un alivio. Porque cuando sabés que diste todo y que es difícil volver a lo que conseguiste, te quitás la presión de demostrarte a vos mismo que se puede seguir mejorando. Pero claro que me genera tristeza, porque hice atletismo durante 22 de mis 35 años. Va a ser difícil desligarme del deporte, pero la idea es seguir. Nunca deja de ser triste dejar de hacer lo que uno quiere.
 
De atleta a manager, para ayudar al deporte
 
La mirada de un ex atleta jamás debe ser marginada por la dirigencia deportiva, porque vivir desde adentro las peripecias del alto rendimiento en Argentina permite pensar en cómo mejorar lo que está mal y potenciar lo bueno para buscar la excelencia. Germán Lauro, por lo pronto, será el jefe de equipo del atletismo nacional en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020​.
 
“La idea es ser una especie de manager de la CADA para que crezcan las condiciones del deporte, acercar sponsors privados, mejorar la estructura, ofrecer otra mirada y acortar esa brecha que a veces no permite el despegue de un atleta –explica-. Hay muchos menores o juveniles que no llegan a nada, porque en esto 2 más 2 no es 4. Pero quiero que ese chico o esa chica tengan la posibilidad y que no se pierdan en el camino”.
 
-¿Qué te gustaría lograr?
 
-Lo bueno sería aumentar el volumen de atletas jóvenes de alto rendimiento. Generar una continuidad para surjan otros cuando los “viejos” nos vamos. Hoy tenemos baches en pruebas que se quedan sin referentes. En la mía, Nazareno Sasia (oro en los Juegos Olímpicos de la Juventud de Buenos Aires 2018​) tiene 19 años, pero hay que esperar 5 o 6 años que llegue a un nivel de mayores. Mientras más gente se acerque al deporte, mejor.
 
-¿Qué hablaron con los atletas de Buenos Aires 2018?
 
​-Que ellos tienen algo que no tuvimos nosotros: referentes cercanos. Nazareno tendrá mi experiencia para llegar donde llegué. Yo aprendí en el camino. Yo no tenía nadie que me dijera: “Para tirar 20 metros, debés hacer esto, pero esto otro no”. Pablo Zaffaroni tendrá a Germán Chiaraviglio. Nosotros dejamos una huella. Fuimos la Generación Dorada del atletismo argentino, porque varios abrimos el camino y desde 2007 hubo finalistas en pruebas donde jamás se había conseguido estar en torneos internacionales.
 
-Y ahora la renovación pasó del campo a las pruebas de pista…
 
-Sí, por eso el atletismo argentino debe crecer de manera más homogénea. Hay que tratar de crecer como deporte global y no como deportistas aislados. Sabemos que en velocidad y en las carreras de fondo no tenemos el biotipo, pero con lo que tenemos hay que hacer lo mejor posible.
 
Fuente: Diario Clarin
 
 Leyenda del atletismo. Germán Lauro, después del retiro: “Mis medallas están en una caja de cartón y al diploma olímpico no lo encuentro”